Desde el comienzo del texto Hegel afirma que lo positivo es donde lo práctico se relaciona con el Yo y que lo teórico se relaciona con el No-Yo, llamaría entonces positiva a una religión donde lo práctico exista teóricamente. En la misma línea explica que los conceptos teóricos corresponden al No-Yo mientras que los morales al Yo, estos últimos son una actividad reflejada en la reflexión, de la oposición del “Yo accidental del Yo” del “Yo que conoce en el instante”. En caso de que un concepto moral no sea formado de este modo, serán según lo anterior, positivos; esto positivo se presentaría a nosotros como conceptos morales a lo que debemos temer y si no nos abriera posibilidad de perdón no podríamos ser unos con él. Hegel está en desacuerdo con la fundación de una religión en este sentido, más bien opta por actuar de este modo: que el sujeto puede rompa con el concepto moral positivo de modo que la actividad que expresa este es desarrollada por aquel y adquiera una fuerza propia. Comprender es dominar dice Hegel, digamos entonces que el sujeto puede dominar al sujeto o que el sujeto puede dominar al objeto, pero tomando en cuenta las consideraciones anteriores de relación entre sujeto y objeto se puede encontrar lo divino, se pueden unificar, y esto es solo con el amor según Hegel, aquí ni se domina ni se es dominado. Al caer en los errores de la positividad de los conceptos morales, se objetivaría el temor y se fundarían religiones de temor, o sea el sujeto estaría dominado por el objeto Hegel piensa entonces que es necesaria la religión en que se pueda dar “amor hacia aquello que es igual a nosotros, hacia el espejo, al eco de nuestro ser”. La religión de la Grecia antigua coincide con este pensamiento donde la religión es uno con el amor, y hay que recordar que en este se unifica objeto y sujeto, se encuentra lo divino… Hegel cita entonces el Fedro de Platón.
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